Atardece el verano, palidece la luz
Que ayer era dorada.
El corazón del verano difunto
Cae entre las últimas hojas
Que agonizan en remolinos
De viento norte.
Veo llegar las primeras sombras
Agrisando el cielo en mi ventana.
Es el otoño, la llovizna,
La sepia crepuscular de los cipreses
Me tiñe de dorado la memoria,
Enciende la hoguera del recuerdo
En la trémula piel abandonada.
Todo se va de mí, el beso,
La mano, la boca.
Queda el llanto deshabitado,
La soledad pegada
A mi espalda.
Mis pasos desandan la tristeza.
En la ventana
Los pájaros han muerto
Y desciende la niebla.
Aún con la melancolía propia de la estación he disfrutado leyendo tus versos delicados y evocadores. ¡Enhorabuena! un beso
ResponderEliminarGracias, Armando! Viniendo de tí es todo un elogio. Un beso
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