sábado, marzo 21, 2020

Pablo García Malmierca



El mejor mundo tras la guerra

Un mar de vidrios rotos
devuelve
una mano,
una mirada,
un corazón.

La nieve artificial evoca
el crujir de tus pies en el asfalto,
la vida entera cabe en un celemín.

Los gestos,
la quita del silencio,
la pérdida,
el paso deshilachado sobre el solsticio de verano.

Un desierto de incredulidad
asoma en la sima de tus ojos,
los grajos y el tomillo te acompañan.

El agua resbala en la concavidad de tu tacto,
ausencias,
el mundo nombrado en las grietas de tu piel.


El tacto

El tacto pastoso del petróleo
pegado
al dolor de mi garganta.

En la viscosidad de tus dedos
el recuerdo.

Tantos pasos perdidos
al son de tu salmo favorito,
tanta desidia acumulada
en el fondo de tu hipotálamo.

El reencuentro
en la salinidad
de tus pupilas dilatadas.

Duele pensarte entre penumbras,
duele saberte en el ayer.

La reconciliación
flota
sobre los hematomas de nuestras pérdidas.

Harto de llevar
la herida sobre mi hombro,
harto de rogar
lágrimas de aire,
harto de vivir
entre humedades resecas.

Duele
el paso aterciopelado de los segundos.


Si quieres saber mas sobre este poeta https://pagmalmierca.wordpress.com/

Boris Rozas

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II.
Si mi corazón fuera ese Ferry reconvertido en atracción
para turistas pobres
y tu mano ese cabal embarcadero tan lejano
como el humo,
no cabrían más tormentas en este puño
cerrado enérgicamente entre dos aguas
lamidos nuestros rastros
por el seno del río,
juntos tu rostro
y el mío
acaparando miradas tan furtivas
como el viento de los mirlos.

Bank

Fraccionada la luz
a las puertas del corazón sincopado,
en estado de sitio el verso,
sobre mi espalda
un luminoso que quema,
bendito ragtime
en esta noche de otoño,
junto al neón ominoso
del Bank of América.


primera eternidad

Está por llegar mi primera eternidad completa.
Lo intuyo
entre tanto esplendor cíclope
y afectado.
Entre tanto, me voy encontrando
sobre aquellos pasos
de la mano de mi mujer, hermosa y cálida,
aterrizando
en el infinito de Times Square.
Está por llegar
mi primera eternidad completa.
Lo intuyo entre
tanta máxima común
sin frontera alguna.


Olga Orozco


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Para este día

Reconozco esta hora.

Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;
la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
haciendo retroceder mis bosques encantados,
mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,
con sólo trazar un signo en el silencio,
con sólo cortar el aire con su mano.
Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales,
que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas,
y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
Hora desencarnada,
color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido.
¿Y era su propio heraldo,
el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,
la anunciación de dar a luz las sombras?
No supe descifrar su profecía,
ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;
aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento,
en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas, pálidas, transparentes,
y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas,
que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla en otro espejo,
que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos.
Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.

Si quieres saber mas sobre esta poeta http://paginadepoesia.com.ar/clas_ar_orozco.html  

María Ángeles Pérez López

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Islotes


Hasta el poema llegan, como islotes

de óxido y de plancton celular,

los restos silenciosos del naufragio

en que quedan los barcos y los hombres

tras el amor intenso, el oleaje

que levanta su proa y la sumerge

al fondo de la mar y sus caballos.

Las caracolas guardan su rumor,

la lentitud sombría en que los peces

desnudos se acomodan a morir

y vuelven cristalina su belleza

de fósil, su armadura transparente,

su vertical caída hasta el silencio

en que el fondo del mar guarda la espuma

que levantó el deseo y las mareas.

En su abisal distancia deslenguada,

amor y mar comparten varias letras

y la raíz mojada por la sal

empapa cada signo tras su empeño

por la coloración y el frenesí.

La boca humedecida, la entretela

del cuerpo y sus humores ablandados,

las veintisiete letras rezumadas

por la líquida masa del amor

después se vuelven piedra quebradiza,

astilla y fósil blanco en su rescoldo,

su agalla enrojecida en el vivir.



Si quieres saber mas sobre esta poeta https://www.escritores.org/biografias/18683-perez-lopez-maria-angeles 



Mercedes Roffé


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XV

El poema es el rostro en el espejo
más verdadero que el rostro y que el espejo.
El poema es el flujo de la sangre
más allá del cuerpo,
el ritmo de la sangre más allá de la sangre
—sus cauces rigurosos, su latido sordo y unitario.

El poema es el ritmo de lo otro en mí
más allá de mí, siempre, más allá,
donde mi silencio se topa con tu ritmo
y repercute en mí, que solfeo en el poema
un ritmo numinoso,
cifra que hace eco en el eco
que es cuerpo verdadero
—lo numinoso en ti y en mí—
el ciclo de las esferas tocándose y abandonándose
—alejándose, sí, una de la otra,
pero desasiéndose de sí también
cada cual
en su dorada, fecunda negligencia.
En su ritmo me despliego.
En su metrónomo
caprichoso y fugaz
despliega el universo sus fantasmagorías
—su verdad.

 No hay traducción posible.
—o sí la hay:
de lo uno a sí mismo,
de lo uno a aquello que tantea y vence
de lo que sabe de sí
—su pobre imperio.

 El poema, digo,
digo la música, digo                        el movimiento
de la danza en el cuerpo, el de la piedra esculpida…
Y la música en el trazo y en la piedra, digo,
y el movimiento sinuoso y firme del poema,
docta cadencia, felicísima caída en el cruce
de todos los sentidos.

de Diario ínfimo (Sevilla, La Isla de Siltolá, 2016)


Octubre

  Grisea la tarde en las ventanas. Los árboles van mudando de vestido. Llovizna sobre el asfalto de este octubre atardecido de ciudad que me...