El pasado día 20 de agosto, junto a mis amigos de SonLetras y el guitarrista Luis Fiz, realizamos un recital de poesía y cuentos de terror en la Cueva de Salamanca.
Los textos
leídos y dramatizados fueron: Fragmento del entremés de la CUEVA DE SALAMANCA
de CERVANTES, LAS LETANIAS DE SATAN de CHARLES BAUDELAIRE, ESPIRAL de ENRIQUE
ANDERSON IMBERT, TERROR de GUY DE MAUPASSANT, PESADILLA de CARLOS BLANCO
SÁNCHEZ, LA DURMIENTE de EDGAR ALLAN POE, de BARRY PAIN: ROSE ROSE, de EMILY
DICKINSON: MORÍ POR LA BELLEZA, EL ALMOHADÓN DE PLUMAS de HORACIO QUIROGA y
CRIMEN EN LA CUEVA DE SALAMANCA de LUIS GUTIÉRREZ BARRIO.
Yo leí Terror y La durmiente.
LA DURMIENTE – EDGAR ALLAN POE
A
medianoche, en el mes de junio,
permanezco
de pie bajo la mística luna.
Un vapor de
opio, como de rocío, tenue,
se desprende
de su dorado halo,
y,
lentamente manando, gota a gota,
sobre la
cima de la tranquila montaña,
se desliza
soñolienta y musicalmente
hasta el
universal valle.
El romero
cabecea sobre la tumba;
la lila se
inclina sobre la ola;
abrazando la
niebla en su pecho
las ruinas
se van a dormir.
Parecido a
Leteo, ¡mira!, el lago
parece que
se entrega a un sueño consciente
y no
despertaría por nada del mundo.
¡Toda la
belleza duerme! Y ¡mira dónde reposa
Irene, con sus destinos!
¡Oh, ilustre
señora!, ¿cómo puede estar bien
esta ventana
abierta a la noche?
El aire travieso,
desde la cima de los árboles,
pasa riendo
a través de la reja.
Aires
incorpóreos, revoltoso brujo,
entran y
salen de tu aposento revoloteando,
y mueve el
dosel de las cortinas
tan
caprichosamente -tan temerariamente-
por encima
de la cercana y orlada cobertura
bajo la cual
tu alma adormecida reposa escondida,
que, sobre
el suelo y por las paredes abajo,
¡como
fantasmas las sombras suben y bajan!
¡Oh, querida
señora!, ¿no tienes miedo?
¿Por qué y
qué estás tú soñando aquí?
¡Seguro que
vienes de allende lejanos mares,
atraída por
este jardín!
¡Extraña es
tu palidez! ¡Extraño tu vestido!
¡Extraña,
sobre todo, la longitud de tu trenza,
todo ese
silencio solemne!
¡La señora
duerme! ¡Oh, que pueda su dormir
que
permanece, ser tan profundo
que el cielo
la tenga bajo su sagrada protección!
Este
aposento se preparó para otra más santa,
esta cama
para otra más melancólica.
¡Rezo a Dios
para que repose
con los ojos
cerrados para siempre,
mientras los
pálidos amortajados fantasmas pasan!
¡El amor mío
duerme! ¡Oh, que pueda ella dormir,
tan
profundamente como largo sea tu sueño!
¡Que los
gusanos se deslicen hacia ella suavemente!
En lo
profundo del bosque, oscuro y viejo
puede
aparecer algún alto cofre para ella,
algún cofre
que se abra frecuentemente
su negra
tapa como unas alas,
triunfantes,
sobre los pináculos de los palios,
de los
grandiosos funerales de su familia
-algún
sepulcro, remoto, solitario,
contra cuya
tapa ella ha tirado
muchas
piedras distraídas en su niñez-.
Alguna tumba
de cuya chirriante puerta
ella no
pueda forzar nunca más un eco,
temblando al
pensar, ¡pobre niña de pecado!,
que eran los
muertos que gemían dentro.
Terror - Guy de Maupassant
A cierto
autor leía hasta muy tarde
era ya media
noche y tuve miedo.
¿Miedo de
qué?, no sé, pero fue horrible.
Presentí
entre jadeos y estertores
Que pronto
iba a pasar algo terrible…
Detrás de
mí, creí sentir entonces
una rara
presencia a mis espaldas
con una risa
atroz y muy nerviosa :
mas no
escuchaba nada, ¡Qué tortura !
Sentir que
alguien tocaba mis cabellos,
con su mano
llegando hasta mi hombro,
sentir que
iba a morir si lo escuchaba.
Cada vez más
cercano se inclinaba
y yo para
salvarme no quería
dar vuelta
mi cabeza, ni moverme.
Giraban con
horror mis pensamientos
como aves en
un cielo de tormenta,
un sudor
frío congelaba el cuerpo
y en aquel
cuarto sólo se escuchaba
castañetear
mis dientes atrozmente.
Y de repente
se escuchó un crujido
y di un
grito de horror enloquecido
como nunca se oyó salir de un pecho,
para caer de
espaldas, yerto y tieso.