Manos,
tus manos,
tus dos
manos
me tocan
insistentemente
a lo largo
del cuerpo.
Pies,
tus pies,
tus dos pies
se acercan
implacablemente
buscando mi
carne.
Puños,
tus puños,
tus dos
puños
dejan
amapolas violetas
en el hueco
de mi espalda.
Labios secos
donde murieron los besos.
Ojos ciegos
sin lágrima posible.
Desnuda,
despojada,
inerme,
sin reflejo
de convocar
la fuerza
del vientre ancestral
para alejar
tus manos,
tus pies,
tus puños …
… la oscuridad …
© Annie
Altamirano (próxima publicación)
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