Mutilaron su alma.
Le arrancaron la
piel y el corazón.
Las lágrimas
mentidas cubren la hiel de los engaños
y los moretones
cuentan la terca violencia del desprecio
en todas las
lenguas.
Su cuerpo es un fantasma que lleva el pavor
acurrucado en el vientre,
carcomiendo
su sombra,
sin tierra propia en ningún cementerio.
Es una y son todas.
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Ella se busca
detrás de las ojeras,
de la piel opaca,
de la mirada
vencida.
Se abraza y rompe
el silencio
que anula su
derecho a abandonar el campo de exterminio.
Desaprende el
alfabeto de la humillación
para salir de su prehistoria
y enfrentar los cuchillos.
Perdió el miedo amándose
a quemarropa.
Ahora es brisa y es
hoja,
es fuerza nutriente
que vuelve al universo
con la pupila
colmada con el color del día.
Ahora reclina la
espalda y es capaz de soñar
sobre el ala tenue
de un cormorán blanco.
© Annie Altamirano
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