El acto comenzó con una breve pero hermosa presentación audiovisual preparada por el presidente del Ateneo y gran amigo, Luis Gutiérrez, con la versión de Ainhoa Arteta de "Alfonsina y el mar". Luego intervine haciendo una semblanza de la vida y la obra de Alfonsina para luego dar paso a algunos amigos que leyeron una selección de poemas.
De las heridas y de la incomprensión padecidas por Alfonsina Storni emerge la fuerza de su voz, la cadencia de unos versos que pueden ser grito de protesta, canto a la vida, amor a la naturaleza, o reivindicación del derecho de la mujer a convertirse en sujeto del deseo, en una tentativa de conquistar la libertad para decidir su destino.
La personalidad literaria de Alfonsina Storni tiene, todavía, algunos aspectos que no han sido investigados. Sus trabajos periodísticos, si bien carecen del valor literario que ella misma, sagazmente, adjudicó a los que incluyó en su Antología, sirven para seguir el rastro de un pensamiento que fue, para su época, de avanzada.
Y lo fue por el hecho de que, por un lado,
en la poesía escrita por mujeres, nadie tomó con su claridad de juicio la
defensa de un orden más justo y menos ambiguo para la mujer. En su poesía, esta
defensa se lleva a cabo a través del despliegue de los sentimientos; en cambio,
en sus colaboraciones periodísticas -cuentos y notas-, y pese a las
limitaciones con las que seguramente contaría, se permite desarrollar algunas
ideas. En ellas no es complaciente con la mujer, sino que le exige ponerse a la
altura de sus posibilidades y entregarse de lleno al cultivo de una
personalidad que desdeñe los rasgos de infantilismo e indefensión que la han
consagrado como víctima perpetua del hombre.
El tema principal en la poesía de Storni es la
crítica a la concepción patriarcal del amor hombre/mujer, con todas sus
variantes, pero poniendo el acento en las dificultades que a la relación le
traen la soberbia masculina y su incapacidad de lealtad.
VERSOS OTOÑALES
Al mirar mis mejillas, que ayer estaban rojas,
he sentido el otoño; sus achaques de viejo
me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas...
¡Que curioso destino! Me ha golpeado a las puertas
en plena primavera para brindarme nieve
y mis manos se hielan bajo la presión leve
de cien rosas azules sobre sus dedos muertas
Ya me siento invadida totalmente de hielo;
castañean mis dientes mientras el sol, afuera,
pone manchas de oro, tal como en primavera,
y ríe en la ensondada profundiad del cielo.
Y lloro lentamente, con un dolor maldito...
con un dolor que pesa sobre mis fibras todas,
¡Oh, la palida muerte que me ofrece sus bodas
y el borroso misterio cargado de infinito!
¡Pero yo me rebelo!... ¿Cómo esta forma humana
que costó a la materia tantas transformaciones
me mata, pecho adentro, todas las ilusiones
y me brinda la noche casi en plena mañana?
Buenos Aires
Manuscrito del poema Buenos
Aires
Buenos Aires es
un hombre
Que tiene grandes
las piernas,
Grandes los pies
y las manos
Y pequeña la
cabeza.
(Gigante que está
sentado
Con un río a su
derecha,
Los pies
monstruosos movibles
Y la mirada en
pereza.)
En sus dos ojos,
mosaicos
De colores, se
reflejan
Las cúpulas y las
luces
De ciudades
europeas.
Bajo sus pies,
todavía
Están calientes
las huellas
De los viejos
querandíes
De boleadoras y
flechas.
Por eso cuando
los nervios
Se le ponen en
tormenta
Siente que los
muertos indios
Se le suben por
las piernas.
Choca este soplo
que sube
Por sus pies,
desde la tierra,
Con el mosaico
europeo
Que en los
grandes ojos lleva.
Entonces sus
duras manos
Se crispan,
vacilan, tiemblan,
¡A igual
distancia tendidas
De los pies y la
cabeza!
Sorda esta lucha
por dentro
Le está restando
sus fuerzas,
Por eso sus ojos
miran
Todavía con
pereza.
Pero tras ellos,
velados,
Rasguña la
inteligencia
Y ya se le
agranda el cráneo
Pujando de
adentro afuera.
Como de mujer
encinta
No fíes en la
indolencia
De este hombre
que está sentado
Con el Plata a su
derecha.
Mira que tiene en
la boca
Una sonrisa
traviesa,
Y abarca en dos
golpes de ojo
Toda la costa de
América.
Ponle muy cerca
el oído:
Golpeando están
sus arterias:
¡Ay, si algún día
le crece
Como los pies, la
cabeza!
Alfonsina Storni
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