Diana Bellessi es una poetisa argentina, nacida en la
provincia de Santa Fe en el año 1946. Al poco tiempo de haber finalizado sus
estudios de Filosofía en la Universidad Nacional del Litoral, se embarcó en un
viaje que la llevaría a conocer su continente en profundidad sin valerse de
medios de transporte, sino andando. Incursionó en el periodismo, redactando
artículos en español y en inglés, idioma que aprendió en su visita a Estados
Unidos; colaboró con la revista Feminaria y con Diario de Poesía. Siempre
dentro de sus actividades no estrictamente de producción, aunque conectadas con
las letras, participó de talleres literarios en prisiones de Buenos Aires,
reflejándose en su libro "Paloma de contrabando".
Diana cuenta con más de 30 títulos publicados, entre los que
encontramos sus poemarios "Destino y propagaciones", "Tributo
del mundo", "Eroica" y "La pequeña voz del mundo", su
antología de poetisas norteamericanas titulada "Contéstame, baila mi
danza" y su libro de ensayos "Lo propio y lo ajeno".
Dos reconocimientos de gran importancia que ha recogido a lo
largo de su carrera son las becas Guggenheim de poesía, en 1993, y la
Trayectoria en las Artes, otorgada por la Fundación Antorchas en 1996.
HE CONSTRUIDO UN JARDÍN...
He construido un
jardín como quien hace
los gestos correctos
en el lugar errado.
Errado, no de error,
sino de lugar otro,
como hablar con el
reflejo del espejo
y no con quien se
mira en él.
He construido un
jardín para dialogar
allí, codo a codo en
la belleza, con la siempre
muda pero activa
muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje
repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos
orillas, no hay nada, más
que los gestos
precisos
dejarse ir para
cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que
pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto
y distanciado castellano.
Lo que pierdes,
mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la
orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede
desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo
el escalpelo del horror
provista de
herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo
digerible al ojo el terror
si la belleza lo
sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos
precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente
al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es
dejarse tener por él y su
eterno movimiento de
partida. Flores, semillas y
plantas mueren para
siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos,
en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para
verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de
su caída anuncia
en el macizo fulgor
de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto
cuando muere, mientras
la especie que lo
contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su
jardinera verlo morir.
Demanda su mano que
recorte y modifique
la tierra desnuda,
dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada.
El jardín mata
y pide ser muerto
para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en
el lugar errado,
disuelve la ecuación,
descubre páramo.
Amor reclamado en
diferencia como
cielo azul oscuro contra
la pena. Gota
regia de la tormenta
en cuyo abrazo llegas
a la orilla más
lejana. I wish you
were here amor, pero
sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste
mi corazón de tu cantero.
MAREA DE MI CORAZÓN...
Marea de mi corazón
déjame ir
en las ligustrinas
como un insecto o
como la
misma ligustrina en
el rumor
en el rasante
vuelo de las
golondrinas alrededor
de los aleros en la
música
minimal donde se
hunde
mi vecino mientras
tapiza
con golpecitos los
respaldos
de las sillas en el
sol
rasgado por la brisa
no ser lo otro
lo que mira.
Desligarme
del ser hacia aquel
estar mayestático de
la dicha. Alfombra
de orquídeas
diminutas
sobre el pasto
florecen
antes que la máquina
cortadora de césped
las arrase
¿aprendieron?
Corolas violáceas
enjoyadas que emergen
en cinco días de sus
tallos
aprendieron la
brevedad?
de la vida sin ser
lo otro que del
origen
nos aparta