Dylan Thomas nació en Swansea, Gales, en octubre de 1914.Heredó
de su padre, un profesor y frustrado poeta
inglés, la capacidad intelectual y literaria.
Poco tiempo después de terminar estudios básicos se
casó, y con el fin de sostener su
familia, alternó la actividad literaria con trabajos diversos como actor,
reportero, guionista y periodista radial.
Su lenguaje es muy rico y sonoro, y las imágenes alcanzan a
veces una belleza difícil de igualar. A cambio, la lectura resulta a veces un
poco complicada. Su primera colección poética "Dieciocho poemas",
data de 1934. Siguieron luego, "Veinticinco poemas" en 1936, y
"Mapa de amor" en 1939. Después de la Segunda Guerra mundial se dio a
conocer como brillante poeta y
dramaturgo, mientras ocupaba una plaza
en la BBC de Londres. A partir de 1950 realizó varias giras de recitales
poéticos por los Estados Unidos. "Muertes y entradas" en 1946,
"En el sueño campestre" en 1951 y "Bajo el bosque lácteo",
publicada después de su muerte, constituyen la parte más importante de su obra.
Su vida licenciosa y dedicada al alcohol, lo condujo a la
muerte, ocurrida en Nueva York, en noviembre de 1953.
Y la muerte no tendrá dominio (Versión de Elizabeth Azcona
Cranwell)
Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se
dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.
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