Escritor
argentino, una de la grandes figuras del llamado «boom» de la literatura
hispanoamericana, fenómeno editorial que, en la década de 1960, dio merecida
proyección internacional a los narradores del continente.
Emparentado con
Borges como inteligentísimo cultivador del cuento fantástico, los relatos
breves de Cortázar se apartaron sin embargo de la alegoría metafísica para
indagar en las facetas inquietantes y enigmáticas de lo cotidiano, en una
búsqueda de la autenticidad y del sentido profundo de lo real que halló siempre
lejos del encorsetamiento de las creencias, patrones y rutinas establecidas. Su
afán renovador se manifiesta sobre todo en el estilo y en la subversión de los
géneros que se verifica en muchos de sus libros, de entre los cuales la novela
Rayuela (1963), con sus dos posibles órdenes de lectura, sobresale como su obra
maestra.
Selección de Poemas
Después de las fiestas
Y cuando todo el
mundo se iba y nos quedábamos los dos entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas ahí como un remanso, sola conmigo al borde de
la noche, y que durabas, eras más que el tiempo, eras la que no se iba porque
una misma almohada y una misma tibieza iba a llamarnos otra vez a despertar al
nuevo día, juntos, riendo, despeinados.
Veredas de Buenos Aires
De pibes la
llamamos: “la vedera” Y a ella le gustó que la quisiéramos, En su torno sufrido
dibujamos Tantas rayuelas.
Después, ya más
compadres, taconeando Dimos vuelta manzana con la barra, Silbando fuerte para
que la rubia Del almacén saliera, con sus lindas trenzas A la ventana.
A mí me tocó un
día irme muy lejos Pero no me olvidé de las “vederas” Pero no me olvidé de las
“vederas”. Aquí o allá, las siento en los tamangos Como la fiel caricia de mi
tierra. ¡Cuánto andaré por “ ái ” hasta que pueda volver a verlas...!
Resumen de otoño
En la bóveda de
la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo. Asombra a veces que el fervor
del tiempo vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva; que la belleza, tan
breve en su violento amor nos guarde un eco en el descenso de la noche.
Y así, qué más
que estarse con los brazos caídos, el corazón amontonado y ese sabor de polvo
que fue rosa o camino. El vuelo excede el ala. Sin humildad, saber que esto que
resta fue ganado a la sombra por obra de silencio; que la rama en la mano, que
la lágrima oscura son heredad, el hombre con su historia, la lámpara que
alumbra.
After such pleasures
Esta noche,
buscando tu boca en otra boca casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados, qué tristeza es nadar al
fin hacia la orilla del sopor sabiendo que el sopor es ese esclavo innoble que
acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.
Olvidada pureza,
cómo quisiera rescatar ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas ni
esperanza. Solo en mi casa abierta sobre el puerto otra vez empezar a quererte,
otra vez encontrarte en el café de la mañana sin que tanta cosa irrenunciable
hubiera sucedido. Y no tener que acomodarme de este olvido que sube para nada,
para borrar del pizarrón tus muñequitos y no dejarme más que una ventana sin
estrellas.