En el libro «Como
una novela», de Daniel Pennac (Casablanca, 1944) escritor francés nacido en
Marruecos, se exponen los diez derechos de los lectores.
1. El derecho a no leer
“Como toda
enumeración de derechos que se precie, la de los derechos de la lectura debe
abrirse por el derecho a no utilizarlo –en este caso el derecho a no leer-, sin
el cual no se trataría de una lista de derechos sino de una trampa perversa”
“En el fondo, el
deber de educar consiste, al enseñar a los niños a leer, al iniciarles en la
Literatura, en darles los medios de juzgar libremente si sienten o no la
«necesidad de los libros». Porque si bien se puede admitir perfectamente que un
individuo rechace la lectura, es intolerable que sea –o se crea- rechazado por
ella”
Las personas
pueden rechazar la lectura, pero la lectura no a las personas
“Un gran peligro
les acecha si no deciden por sí mismos lo que está a su alcance saltándose las
páginas que elijan: otros lo harán en su lugar”
“Y luego, incluso
cuando somos «mayores», y aunque nos repugne confesarlo, también nos seguimos
«saltando páginas», por razones que sólo nos conciernen a nosotros y al libro
que leemos”
“Digamos lo que
digamos, este testarudo aburrimiento que entonces nos imponemos no corresponde
al orden del deber, es una categoría de nuestro placer de lector”
3. El derecho a no terminar un libro
“Hay treinta y
seis mil motivos para abandonar una novela antes del final: la sensación de ya
leída, una historia que no nos engancha, nuestra desaprobación total a las
tesis del autor, un estilo que nos pone los pelos de punta, o por el contrario
una ausencia de escritura que no es compensada por ninguna razón de seguir
adelante… Inútil enumerar las 35.995 restantes, entre las cuales hay que
colocar sin embargo la caries dental, las persecuciones de nuestro jefe de
oficina o un seísmo amoroso que petrifica nuestra cabeza”
“He abierto, he
leído, y no he tardado en sentirme sumergido por algo que notaba más fuerte que
yo”
Existen infinidad
de razones por las cuales no terminar un #libro… ¿cuál es la tuya?
4. El derecho a releer
“Releer lo que me
había ahuyentado una primera vez, releer sin saltarme un párrafo, releer desde
otro ángulo, releer por comprobación, sí… nos concedemos estos derechos”
“Pero sobre todo
releemos gratuitamente, por el placer de la repetición, la alegría de los
reencuentros, la comprobación de la intimidad”.
5. El derecho a leer cualquier cosa
“Así pues, hay
«buenas» y «malas» novelas. Las más de las veces comenzamos a tropezarnos en
nuestro camino con las segundas”
“Y, caramba,
tengo la sensación de haberlo pasado «formidablemente bien» cuando me tocó
pasar por ellas. Tuve mucha suerte: nadie se burló de mí, ni pusieron los ojos
en blanco, no me trataron de cretino. Se limitaron a colocar a mi paso algunas
«buenas» novelas cuidándose muy bien de prohibirme las demás”
6. El derecho al bovarismo (enfermedad de
transmisión textual)
“Eso es, grosso
modo, el bovarismo, la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras
sensaciones: la imaginación brota, los nervios se agitan, el corazón se
acelera, la adrenalina sube, se producen identificaciones por doquier, y el
cerebro confunde (momentáneamente) lo cotidiano con lo novelesco”
“El bovarismo es
–junto con algunas más- la cosa mejor repartida del mundo: siempre la descubrimos
en el otro”
7. El derecho a leer en cualquier lugar
“Cada mañana
durante los dos meses de invierno, confortablemente sentado en la sala de los
retretes cerrada con siete llaves, el soldado Fulano vuela muy por encima de
las contingencias militares”
8. El derecho a hojear
“Yo hojeo,
nosotros hojeamos, dejémosles hojear. Es la autorización que nos concedemos
para coger cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo por cualquier lugar
y sumirnos en él un momento porque solo disponemos precisamente de ese momento”
“Cuando no se
dispone ni del tiempo ni de los medios para regalarse con una semana en
Venecia, ¿por qué negarse el derecho a pasar allí cinco minutos?”
El derecho y el
placer de hojear un libro no tienen precio.
9. El derecho a leer en voz alta
“El hombre que
lee en viva voz se expone del todo. Si no sabe lo que lee, es ignorante de sus
palabras, es una calamidad, y eso se nota. […]El hombre que lee en viva voz se
expone absolutamente a los ojos que lo escuchan”
“Si lee realmente,
si pone en ello su saber controlando su placer, si su lectura es un acto de
simpatía tanto para el auditorio como para el texto y su autor, si consigue
entender la necesidad de escribir despertando nuestras más oscuras necesidades
de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la multitud de los
que se creían excluidos de la lectura se precipita detrás de él”
10. El derecho a callarnos
“El hombre
construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal.
Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es
para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna
otra compañía podría sustituir”
No hay comentarios:
Publicar un comentario