En un rincón, como anónimo paréntesis,
el hombre azul desgrana su agonía, conjurando fantasmas
como una pausa inadvertida
en una partitura que no existe.
Entre las vocales guarda
la estela de un poema a la deriva.
En la yema de los dedos tiene
un penar encarcelado donde su voz se asfixia.
Invisible, camina por lugares que son ninguna parte,
donde el alcohol abisma las caras de la noche.
Escucha un poema a medio andar
sin un final feliz que salve la memoria.
©Annie Altamirano
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