Una vez fui
cuarto creciente,
las tardes
de tele a la vuelta del colegio,
escapadas en
bicicleta a la hora de la siesta.
El mundo era
el patio de mis abuelos,
los senderos
bordeados de romero
las noches
cálidas de enero
y las
luciérnagas en el jardín.
Una vez fui
luna llena,
inmortal,
insegura, arrolladora,
ojos deslumbrados
de mujer que descubre
y se
descubre,
los sueños
desbocados, la carne firme,
los huesos
enteros, el cuerpo fértil,
abriendo las
ventanas
a la
ceremonia de la vida.
Ahora soy
cuarto menguante.
la luna
instaló en mi pelo la luz de plata
que trato de
esconder.
instaló en
mi cara el dolor de los espejos
que revelan
un surco nuevo cada mañana.
A cinco
pasos de los sesenta
a veces me
vence el cansancio
y vivo las
marcas de la edad con impotencia.
Otras veces
me rebelo y se alinean los planetas.
Enfrento desafiante
al espejo
y digo que
estoy donde quiero estar,
con los años
que me corresponden,
con las
marcas de batallas perdidas y ganadas,
con la
libertad de no tener que pagar ya
derecho de piso.
Y pienso en
el amor. Y soy como el vino:
quien me ame
que me beba,
despacio, a
sorbos, encontrando los sabores,
aunque sea
en cuarto menguante.
© Annie
Altamirano
Poema
inspirado en la foto de © Natividad Gómez Bautista
Preciosa la foto y el poema. Gracias.
ResponderEliminarGracias a tí, Domi! Beso
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