El mejor mundo tras
la guerra
Un mar de vidrios
rotos
devuelve
una mano,
una mirada,
un corazón.
La nieve
artificial evoca
el crujir de tus
pies en el asfalto,
la vida entera
cabe en un celemín.
Los gestos,
la quita del
silencio,
la pérdida,
el paso
deshilachado sobre el solsticio de verano.
Un desierto de
incredulidad
asoma en la sima
de tus ojos,
los grajos y el
tomillo te acompañan.
El agua resbala
en la concavidad de tu tacto,
ausencias,
el mundo nombrado
en las grietas de tu piel.
El tacto
El tacto pastoso
del petróleo
pegado
al dolor de mi
garganta.
En la viscosidad
de tus dedos
el recuerdo.
Tantos pasos
perdidos
al son de tu
salmo favorito,
tanta desidia
acumulada
en el fondo de tu
hipotálamo.
El reencuentro
en la salinidad
de tus pupilas
dilatadas.
Duele pensarte
entre penumbras,
duele saberte en
el ayer.
La reconciliación
flota
sobre los
hematomas de nuestras pérdidas.
Harto de llevar
la herida sobre
mi hombro,
harto de rogar
lágrimas de aire,
harto de vivir
entre humedades
resecas.
Duele
el paso
aterciopelado de los segundos.
Si quieres saber
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