Ernesto Mallo sobre sí mismo:
- Nací demasiado joven y sin la debida preparación para enfrentar a este mundo. A la edad de 6 años me vi forzado a abandonar mi educación para asistir a la escuela. Esa experiencia me enseñó las virtudes de la ‘autodidactia’, la vida me enseñó sus pesares. No pertenezco a ninguna asociación, partido político, confesión religiosa, club o trenza ya que, como Groucho, jamás aceptaría pertenecer a un club que me admita a mí como socio. A los 20 pensé que era mi deber cambiar el mundo. Lo cambié, es éste, disculpe.
Destruí varios matrimonios que me dejaron la módica suma de 6 hijos que, con todo y a pesar de todo, siguen siendo mi obra más acabada. La vocación por la literatura se me despertó muy temprano, provocándome desde entonces dificultades para dormir. En realidad esta actividad, que algún psicoanalista diagnosticó como una necesidad compulsiva de llenar hojas con la intención de que no queden más papeles en blanco, es el más eficaz salvavidas que he podido conseguir.
A una edad que debería ser respetable me queda la improbable gloria de haber sobrevivido a mis padres, a la sinrazón del mundo, a las sustancias prohibidas, a mi propia estupidez, a los gobiernos militares, a los gobiernos civiles y, hasta el momento, a la globalización, aunque no sé cuánto pueda llegar a aguantarla. Maestros tuve: Elsa Osorio, G.B. Shaw, el Gabo, que aunque no lo sepa me debe parte del éxito de "100 años..", Vicente Ninno, Cortázar, Italo Calvino (sobre todo Italo Calvino), Monterroso, Groucho Marx, Poe por supuesto, Hawthorne y Chaplin entre muchos otros que no nombro por pereza. Ya que estamos: la pereza es mi peor debilidad pero la compenso careciendo de envidia.
La dicha y la desgracia han llamado a mi puerta con igual insistencia, de la primera aprendí lo efímero que es todo, de la segunda que no he aprendido a vivir sin amor.
Críticas:
«En la más rigurosa y perfecta tradición de la novela negra, Mallo nos regala este libro para leer sin parar y sin aliento.»Ana María Shua
«Una lectura vertiginosa, intensa, que provoca al pensamiento.»The Guardian
«Si quiere leer una buena policiaca que, superando el marco del género, ofrezca la visión de una ciudad o un país, esta novela es para usted.»Le Monde.
Lascano, el Perro, un comisario de policía trastornado por la reciente muerte de su mujer, recibe un aviso: han aparecido dos cadáveres cerca del Riachuelo. Pero en el lugar del crimen descubrirá untercer cuerpo que no tiene las características de los «fusilados» de la época, el de un prestamista judío del Barrio del Once. Investigar el caso no será fácil para Lascano;En esta novela policiaca, con el marco histórico de la dictadura y violencia política que vivió Argentina en los años 1970, policías, militares, jóvenes en la clandestinidad y miembros de la clase alta componen una trama en la que el juego de los personajes, la riqueza de las descripciones y los diálogos alcanzan una memorable potencia narrativa.Ernesto Mallo exhibe un dominio admirable de la mejor tradición policiaca al tratar este tema que conoció de primera mano, manteniendode forma magistral el suspense en una historia compleja, ajustada al milímetro y que no da respiro al lector.
Aquí un extracto del primer capítulo:
Yo sé que hay que matar, sí,
pero a quién…
Homero Expósito, 1976
Hay días en que el borde de la cama es un abismo de quinientos metros. La repetición continua de cosas que no queremos hacer. Lascano querría quedarse en la cama para siempre o arrojarse al abismo. Sólo si el abismo fuera real. Pero no lo es. Lo único real es el dolor.
Así se siente Lascano esta y todas las mañanas desde la muerte de su mujer. Huérfano de niño, parecía predestinado a la soledad. Marisa fue una tregua de ocho años que la vida le concedió, argumento para seguir viviendo, recreo fugaz que finalizó hace menos de un año, dejándolo nuevamente varado en los bajíos de una isla donde se ganó con justicia su mote: el Perro.
Se lanza al vacío. La ducha le lava los restos del sueño que se van aullando por el sumidero. Se viste, se calza la Bersa Thunder 9 mm en la sobaquera. Se acerca a la jaula, hábitat del pájaro, que es lo único vivo que le quedó de Marisa, y agrega una pizca de alimento en el comedero. Sale a la madrugada desierta. No amanece aún. La humedad es tal que, siente, podría ir nadando hasta su auto. Las luces y las sombras difuminan espectros en la niebla que todo lo envuelve. Enciende el primer cigarrillo del día.
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Quince a base. Cambio. ¿Ya estás allí? Cambio. ¿Cuántos muertos me dijiste? Cambio. Dos. Cambio. Mandame la fiambrera, los traslado a Viamonte. Cambio. Ya te la mando. Cambio. Espero. Cambio y fuera.
Se deja caer en el asiento. Termina el cigarrillo y lo arroja por la ventanilla abierta. Comienza a llover. Se incorpora, toma el volante. Pone en marcha el motor y retrocede hasta la avenida para hacerse visible a la ambulancia. Aguarda. Pasa un camión frigorífico. Recuerda unas palabras de Fuseli:
De la muerte de un hijo uno no se cura nunca, es algo con lo que hay que vivir para siempre.
Con esta presentación ¿quién no desea leer a este hombre tan peculiar? Yo lo voy a hacer en breve, mi querida amiga Annie me ha prestado el libro. Creo que será una feliz lectura. Gracias amiga por abrirme nuevos horizontes (versus novela negra).
ResponderEliminarBss
a mí me gustó mucho, un buen ejemplo de novela negra actual!
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