viernes, junio 01, 2012

Bergman y los idiotas

Hace un tiempo, un buen amigo colgó su primer cortometraje en You Tube. Por una cuestión de lealtad y venciendo mi atávica desconfianza hacia los cortos, me decidí a verlo. ¿Por qué atávica desconfianza? En cuanto les cuente me entenderán. Desde mi humilde punto de vista, el corto en cuestión está bien hecho. Es una historia muy simple con una sola protagonista que, a mi modo de ver, está como una cabra. Logró despertar mi curiosidad y en el minuto 4.45, dura unos 9 y algo, yo ya me estaba preguntando dónde quería ir a parar este con su personaje y logró sorprenderme. Hasta aquí todo normal. El problema vino cuando leí los comentarios de otros espectadores y empezaron a hablar del ‘significado’ del corto. Significado que, por cierto, nunca concretaron, siempre se referían a él como ‘el mensaje’. O sea que el mensaje viene a ser ese ente abstracto y omnipresente que sobrevuela a todos los cortos, que es sólo perceptible para ciertas mentes preclaras, y que nadie te explica. Y vos te quedás con cara de idiota pensando que debés ser medio imbécil porque para vos estaba todo clarito hasta que a alguien se le ocurrió nombrarlo a EL, y maldiciendo por lo bajo porque sabías que por algo no lo querías ver, otra vez te la hicieron. No hay vez que vea un cortometraje que pueda quedarme con la satisfacción del deber cumplido, o sea, entender el bendito mensaje. Y yo que estaba tan contenta creyendo que éste no lo tenía. Pues lo tiene. Ahora, so pena de parecer una subnormal profunda, voy a tener que llamarlo a mi amigo por teléfono para preguntarle qué demonios quiso decir porque no lo pesqué, ¿Ahora me entienden? Pero esto no es de ahora ni sólo con los cortos. También me pasa con Bergman y fulanos así. ¡Y no les cuento cuando estaba en la universidad! En los años 70 lo mas ‘in’ era ver películas de Bergman o, en su defecto, de cualquier otro director europeo. Eso sí, el requisito indispensable era que la película fuera bien rara. Recuerdo una de Polanski, ‘Qué’, con Marcello Mastroianni y Sydne Rome en la que ella se pasea en pelotas por las distintas locaciones sin decir ni mu. Cuando salí del cine, todo el mundo con cara de embeleso, elogiaba la película, el genio del director, la profundidad del ¡MENSAJE! Imagínenme a mí. Yo miraba a mi alrededor estupefacta sin saber qué parte me había perdido o si me había equivocado de sala porque para mí no tenía ni pies ni cabeza. Eso sí, antes muerta que parecer idiota entonces, a cuantos me preguntaban yo, con mi mejor cara de intelectual subyugada por la musa del director, decía: ¡Fascinante!
Claro, era otra edad y con los años una pierde la paciencia y decide que ya no tiene que parecer nada, soy como soy y al que no le guste que no me frecuente. Ya no me importa decir que no entiendo a Bergman, que a Pappo nunca lo tragué, que me gustan Harry Potter y los Bee Gees y que lloro cada vez que veo ‘Los Puentes de Madison’. Será estar contenta con una misma y no sentir que tengo que ‘quedar bien’. Es lo que tiene cumplir años … algo bueno tenía que tener… ¿O será que me estoy volviendo una vieja cabrona? © Annie Altamirano Todos los derechos reservados

2 comentarios:

  1. Yo tampoco entendía aquellas películas que al hablar parecía entenderlas, bendita madurez que nos muestra “casi” como somos. A mi me gustan también Harry Potter, Los Bee Gees, Elton John pero aun me sigue enamorando el rostro de Shirley McLaine. Un besito enorme amiga

    ResponderEliminar
  2. Y Judy Garland en el Mago de Oz! que es una de las pelis favoritas de mis hijos también!! Besos, querido Benito!

    ResponderEliminar

Octubre

  Grisea la tarde en las ventanas. Los árboles van mudando de vestido. Llovizna sobre el asfalto de este octubre atardecido de ciudad que me...