Deambulo sin órbita
en el esquivo renglón de la extrañeza.
El lápiz y yo hablamos de eso:
de la palabra escondida,
de los signos que quiebran su seno,
de los cráteres inconexos del poema,
una gramática disgregando a otra.
Acercar la
respiración de las palabras al poema sofocado
que respira
solo las palabras precisas
entre una
arista y un filo.
Empiezan a nacer vocablos veloces,
urgentes,
abriendo el
cielo.
Saliendo de la oscuridad,
cada palabra ocupa su sitio.
Conquistar la pluma y la caricia del sonido.
Volver a la hoja,
desnuda ante la palabra
y la razón del alfabeto.
Construir el signo en este mar blanco.
Habitar la precisión del verbo
y su certeza.
Yace aquí su contenido.
Concavidad y orilla.
Gruta interminable.
Declinación difícil en pos del verso.
©Annie Altamirano
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