lunes, agosto 26, 2019

Julio Cortázar (Bruselas, 1914 - París, 1984)


Escritor argentino, una de la grandes figuras del llamado «boom» de la literatura hispanoamericana, fenómeno editorial que, en la década de 1960, dio merecida proyección internacional a los narradores del continente.

Emparentado con Borges como inteligentísimo cultivador del cuento fantástico, los relatos breves de Cortázar se apartaron sin embargo de la alegoría metafísica para indagar en las facetas inquietantes y enigmáticas de lo cotidiano, en una búsqueda de la autenticidad y del sentido profundo de lo real que halló siempre lejos del encorsetamiento de las creencias, patrones y rutinas establecidas. Su afán renovador se manifiesta sobre todo en el estilo y en la subversión de los géneros que se verifica en muchos de sus libros, de entre los cuales la novela Rayuela (1963), con sus dos posibles órdenes de lectura, sobresale como su obra maestra.

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Selección de Poemas

Después de las fiestas

Y cuando todo el mundo se iba y nos quedábamos los dos entre vasos vacíos y ceniceros sucios, qué hermoso era saber que estabas ahí como un remanso, sola conmigo al borde de la noche, y que durabas, eras más que el tiempo, eras la que no se iba porque una misma almohada y una misma tibieza iba a llamarnos otra vez a despertar al nuevo día, juntos, riendo, despeinados.

Veredas de Buenos Aires

De pibes la llamamos: “la vedera” Y a ella le gustó que la quisiéramos, En su torno sufrido dibujamos Tantas rayuelas.
Después, ya más compadres, taconeando Dimos vuelta manzana con la barra, Silbando fuerte para que la rubia Del almacén saliera, con sus lindas trenzas A la ventana.
A mí me tocó un día irme muy lejos Pero no me olvidé de las “vederas” Pero no me olvidé de las “vederas”. Aquí o allá, las siento en los tamangos Como la fiel caricia de mi tierra. ¡Cuánto andaré por “ ái ” hasta que pueda volver a verlas...!

Resumen de otoño

En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo. Asombra a veces que el fervor del tiempo vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva; que la belleza, tan breve en su violento amor nos guarde un eco en el descenso de la noche.
Y así, qué más que estarse con los brazos caídos, el corazón amontonado y ese sabor de polvo que fue rosa o camino. El vuelo excede el ala. Sin humildad, saber que esto que resta fue ganado a la sombra por obra de silencio; que la rama en la mano, que la lágrima oscura son heredad, el hombre con su historia, la lámpara que alumbra.

After such pleasures

Esta noche, buscando tu boca en otra boca casi creyéndolo, porque así de ciego es este río que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados, qué tristeza es nadar al fin hacia la orilla del sopor sabiendo que el sopor es ese esclavo innoble que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.
Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas ni esperanza. Solo en mi casa abierta sobre el puerto otra vez empezar a quererte, otra vez encontrarte en el café de la mañana sin que tanta cosa irrenunciable hubiera sucedido. Y no tener que acomodarme de este olvido que sube para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos y no dejarme más que una ventana sin estrellas.

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