miércoles, mayo 19, 2010

Mímame mimo


Allí viene, como siempre, a las 10, de lunes a viernes. Camina con paso firme, no muy rápido, balanceando la mano derecha como para equilibrar esa seguridad que no delata su mirada. Con la izquierda sujeta la correa de su bolso, no, mas bien se aferra a ella. Sus manos son pequeñas, enguantadas en unos mitones grises como su abrigo de paño y el sombrerito un poco pasado de moda.

Mientras saco una paloma de papel de detrás de la oreja de un niño asombrado, la miro de reojo. Como si lo intuyera, levanta los ojos hasta ahora fijos en el diseño de las baldosas. Quiero creer que hay un brillo de alegría. Se alegra de verme.

En dos saltos abandono al crío y me planto delante de ella. Con una profunda reverencia la invito a bailar un valsecito. El organillo suena para nosotros, nadie más lo oye y ella cierra sus ojos de Bambi dejándose llevar por una nube de fantasía. Por unos momentos somos Blancanieves y el Príncipe, Sissi y Francisco José, Isabel y Juan Diego, le regalo una rosa de cristal y a cambio me da una sonrisa de algodón de azúcar. Se toma los costados del abrigo, se inclina como una princesa de cuento y sigue su camino mientras mi corazón se va aleteando detrás de su huella, contando cuánto falta para mañana a las 10.

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