Erguida en soledad, firme y callada,
la montaña se eleva hacia el cielo,
testigo muda del paso del vuelo,
del tiempo, en su cima nevada.
Su falda de bosques, verde morada
de vida que brota del mismo suelo,
susurra secretos de antiguo anhelo
en cada hoja por brisa besada.
¿Qué sabiduría guardan tus rocas,
oh montaña, en tu quietud eterna?
¿Qué misterios ocultan tus recodos?
En tu presencia, las voces son pocas,
el alma se aquieta, se hace más tierna,
y en tu silencio, nos hallamos todos.
©Annie Altamirano